miércoles, 9 de enero de 2013

TRABAJO FINAL: PONTE EN MI LUGAR


A las tres de la tarde abordé el autobús que habría de llevarme hasta el hospital, aquel hermético hogar que nos había dado cobijo desde hace ya seis meses. El autobús enfiló la calle que ascendía hasta la entrada, pregunté al conductor la hora antes de apearme.

A cada paso podía sentir el frío, el vacío, la furia de aquel lugar; las paredes se abalanzaban sobre mí a toda velocidad y todo se desvanecía a mi alrededor.

Los pasillos eran testigos del silencioso ruido que producían los cristales que caían de mis ojos, reflejo de las heridas que rasgaban mi alma y, sin embargo, irrumpí en la habitación con gran brío.

Nada en ti había cambiado en ese tiempo, seguías postrada en la misma posición, maquillando el dolor de tu pálido y centelleante rostro.

Deambulé entre los entresijos de tu extraña faz, intentando encontrar otra respuesta a la que esperaba; tú, prisionera de mi propia ceguera, apenas eras capaz de adivinar lo que el destino ya había descartado.

Bien, mi cometido ahora era moverme ágilmente, aunque fuera con titubeos, pues los médicos podrían acometer en la habitación en cualquier momento.

Finalmente tus labios probaron el letal veneno que amedrentó tu dolor.

Desgranaban los primeros minutos cuando un millar de sensaciones que venían de un lugar desconocido de mí misma arrojaban sobre mí, lanzas como cuerdas elásticas que rebotaban a los escudos de mis orígenes.

Te dediqué una mirada antes de abandonar aquel gélido lugar, ahora lo único que de ti me queda es tu recuerdo.

En estos momentos hay respuestas que todavía no hallo, pero mi corazón me dice que sólo existe esa forma de evitar el sufrimiento inhumano de quienes se mantienen en vida a costa de su propio dolor.

¿Acaso me condenarán, hija, por darte una muerte con dignidad?

 

Ya desde mi infancia intuía que el proyecto de vivir sería algo complejo, pero inadvertidamente encontré en la personalidad de mi madre la pauta para representar mi propio destino. Resbaladizas y empinadas cuestas que ella me ayudaba a conocer para sobrevivir a los obstáculos de cada día; incluso en los momentos más arduos sabía sacarme una sonrisa, haciéndome olvidar la aflicción que me abrumaba.

Mujer, madre y divorciada, insigne retrato que sólo aquel hombre, sumido en un sopor etílico, logró difuminar años atrás. No obstante él sigue siendo mi padre, y con su ida dejó tras de sí un abismal agujero en mi universo, pero alguien debió haberle enseñado que hacer el bien no perturba nunca.

Para mí, recordar ese tiempo pasado no constituye error sino proeza, pero bien, ya es hora de cerrar esa caja de cristales y continuar danzando entre las palabras y las frases, produciendo una sedosa sinfonía que eleve nuestras almas.

Aún no recuerdo cuando despertó en mí esta vocación, sólo sé que escribo por el placer de tejer las ideas en mi mente y adornarlas de repente, sin querer, con orlas y pompones. Cada día siento la necesidad de vendar mis ojos, tapar mis oídos y dar un sutil empujón que libere la pluma y haga llegar a vosotros mi mensaje.

 ¿Acaso no te has arrepentido en más de una ocasión de no haber formulado unas palabras en un momento determinado? ¿Quizá fue una disculpa que no salió de tus labios, un reconocimiento no ofrecido o un simple ‘gracias’ no pronunciado? Yo me tomé el atrevimiento de escribir, y ahora sé que no hay nada que deba callar.

Pasaban ya las ocho de la tarde y la lluvia caía con fuerza sobre el alféizar, como de costumbre me encontraba enajenada en mis pensamientos (sólo a alguien que le quedan pocos meses de vida es capaz de malgastar su tiempo como lo hacía yo en ese momento) cuando un estremecedor dolor se adueñó de mi cuerpo. En ese momento fui consciente de que la vida transcurre entre espasmos de luz y espasmos de muerte, y que en su dimensión cabemos todos.

Complejidad de síntomas agravados por riesgo de muerte, diagnóstico que cargaba a mis espaldas desde hace ya varios meses.

Ya no encuentro un aliciente para vivir, ahora siento que cuando miro a mi madre, la mujer que me devuelve la mirada es otra. Quizá sea el descanso del que no ha gozado desde mi ingreso, o el pavor a un recrudecimiento de mi estado, no lo sé, sólo soy consciente de que es mi dulce y fiel compañera, y no ha dejado de quererme.

No estimo necesario contar los estragos que la enfermedad ocasiona en mí, pues ni el más eminente autor lograría equiparar sus versos con los hirientes infortunios del que la padece.

Esta tarde entró mi madre inadvertidamente en la habitación, su semblante tornaba pálido, como signo de interrogación en un libro, en ese momento fui consciente de que las palabras que pronunciaría, mayor congoja causarían en mí que la propia enfermedad. Y así fue, me anunció que ésta avanzaba a pasos agigantados, y pronto llegaría el momento en que mi cuerpo y mente tomaran caminos diferentes y dejara yo de ser su propietaria.

Tras sus palabras el silencio se instauró como un intruso invisible, cortó el aire como un cuchillo, me quedé perpleja. Pronto fui consciente del viaje sin retorno en el que me embarcaba, pero no debía marchar sin revelar a mi madre mi último deseo; pues nunca un viaje culminó con éxito si se renuncia a mitad del camino.

Mamá, sólo me resta agradecerte el aliento e ilusión que me has infundado, y el contagiarme con tu tesón y ganas de vivir. Gracias por enseñarme que cada fracaso supone un capítulo más y una nueva lección que nos ayuda a crecer, gracias por descubrirme el significado de las cosas más pequeñas y enseñarme a darle el verdadero valor que poseen.

Acepto mi derrota en esta victoriosa lucha, porque creo en el destino y sé que si tú cumples con tu deber, él cumplirá con el suyo.

 

Han pasado exactamente dos horas desde mi huída del hospital, todavía recuerdo cómo sus labios y piel tornaban azules por falta de oxígeno.

Por un minuto intento imaginar lo que habría sentido cuando sus dedos vibraron con el último aire que salió de su cuerpo. Al recordarte en tal estado se me inundan las pupilas, pero fue tu deseo; no creo que después de ésto sea mejor persona, pero sí más humana.

Con la cara iluminada por el orgullo cojo su diario, el que ha sido su fiel compañero por el bulevar de sus días, y dejo aletear sus páginas, perdida entre tus líneas.

Tu ausencia es todavía para mí un silencio a gritos que ni las palabras logran acallar.

Se crió entre líneas, haciendo amigos invisibles en páginas cuyo olor conservo todavía en  mis manos, era para ella como una especie de terapia de desdoblamiento.

Recuerdo una tarde que, cuando ni siquiera sabía coger un bolígrafo, al cruzar frente al escaparate de una tienda de empeños se detuvo para enseñarme una pluma estilográfica que llevaba años expuesta en el mostrador, sólo ella se había percatado de tan estimable pieza que, años después, tallarían sus letras de oro.

Me pidió que fuera yo quien diera punto final a este escrito, mío sólo es el instrumento que coge la pluma para anotar sus mensajes, y el de muchas historias que, como ésta, deben ver la luz. Escondidos están entre estas páginas vuestros nombres; pues ella es la voz de todas esas almas dormidas,  que necesitan que  el impulso de su libro las libere del aletargamiento que les produce la enfermedad, los obstáculos o las adversidades a los que nos somete la vida.

Ella creyó en un sueño, que ahora tienes entre tus manos, confía en tus palabras para obtener lo que deseas, pues las palabras son la fuerza más poderosa para conmover el espíritu humano y, en muchas ocasiones, somos demasiado ‘avaros’ con ellas.

¿Acaso no lucharás tú,  para que se oigan dignamente las tuyas?

L.

 

 

EL ÚLTIMO TREN

Ya no presto atención al reflejo desamparado de mi imagen en el cristal, ni tan siquiera a las gotas que resbalan serpenteantes por él, y las que tanto me recuerdan que las mías ya no mojan. Ni siquiera presto atención al olor a tierra mojada que lentamente se cuela por la rejillas de ventilación, y que antes tanto me gustaba sentir. Tampoco cuento ya los árboles que tímidamente retan al ferrocarril en su carrera, ni me importan las formas de las nubes, en las que antes tantas veces nos imaginábamos saltando, como de pequeñas lo hacíamos en el viejo colchón cubierto de polvo que papá guardaba en el desván, pero eso era antes...Ya mi mirada no busca nada, no me importa todo lo que pueda pasar ahí fuera, pues ya no puedo contárselo...

Éste es mi último viaje a ninguna parte, ya más nunca volveré a coger este tren, pues sé que ella nunca más va a estar ahí para esperarme.

L.

SUEÑO DE UNA REALIDAD

Cada vez que revivo aquellas escenas en mi cabeza, que jamás habría osado contar, me estremecía de miedo, las lágrimas se me helaban en los ojos; no obstante, he decidido mezclar los ingredientes de aquella realidad y plasmar en el papel todas mis vivencias.
Hoy, como cada día, el canto de los pájaros rasga el silencio del día y una nueva jornada me aguarda: regresar al instituto que solía frecuentar y, en su aniversario, redescubrir la felicidad que algún día conocí relatándoos esta pesadilla vivida que, nunca antes como el día que inició, tanto había anhelado que acabara.

Los días pasaban lentamente mientras me devanaba los sesos imaginando las posibilidades del incierto futuro. Al caer la noche me costaba conciliar el sueño, esperando con ansia la luz del día. Tal vez esto era una señal que me anunciaba el acontecimiento que posteriormente marcaría mi vida.
Se proclamaba vigorosamente la luz del día, el dorado sol se aposentaba sobre mi cuarto y, como cada día, me disponía para acudir a clase, pero algo no marchaba como siempre...busqué temeroso a mi madre y le rogué que me aclarara lo que sucedía. Permanecí atónito durante su explicación, apretándome los párpados con los dedos para contener las lágrimas.

Se contaban tales historias de la guerra que parecía que tuvieran lugar en un país lejano y diferente, pero ahora los rebeldes habían llegado a nuestro pueblo y, sin duda, aguardaban destruir nuestras vidas. El silencio era aterrador, ya no por la conmoción que me suscitó la noticia, sino porque vagaba en mí la sensación de que aquello ya lo había vivido anteriormente.

Pasé el día hundido en lo más profundo de mis pensamientos, lloraba en silencio, por miedo quizá a que también me robaran mi propio llanto. La cabeza me latía como una campana, la última brisa nocturna me cerró los ojos...

Un gallo cacareó para disipar los últimos restos de la noche y acallar los grillos que no se decidían a soltar la oscuridad. El sol ascendía lentamente, pero ya habían empezado a proyectar las primeras sombras sobre el horizonte. Una vez despierto me encaminé a buscar a mi madre. Pero la búsqueda no tuvo éxito alguno, no había señales de su presencia en toda la casa, ni de ellam ni de mis hermanos. La casa estaba totalmente desvalijada, así que salía apresurado a la calle. No me faltó tiempo para preguntar a la primera persona que me encontré en el camino, un anciano,quien provocó en mí el peor de los sabores al escuchar de su boca que mi familia había tenido que huír cuando los rebeldes interrumpieron de madrugada en la casa. ¿Y ahora qué?

En ese momento sentía como si mi cuerpo estuviera vagando fuera de mí y oía mis pasos más fuertes que los latidos de mi corazón, era consciente de que cada noche era yo mismo el que elegía mi destino, todos mis sueños cobraban forma al día siguiente, pero...¿por qué? ¿por qué este castigo? Me eché a llorar. No podría soportar esta condena día tras día, noche tras noche, sabía que debía hacer lo posible por sobrevivir, pero la parte más difícil ahora era la soledad. Ahora debía vivir en dos mundos: mis sueños, esos sueños que, de algún modo roban ahora mi infancia y mi felicidad; y las experiencias de mi nueva vida encadenadas a los recuerdos del pasado.

La noche cayó y la luna me seguía bajo las densas nubes suspendidas sobre mi camino, su resplandor se fue amortiguando con cada uno de mis pasos. Me daba miedo dormirme, ya quelo vivido durante la noche sería mi mañana, pero estar despierto también me traía recuerdos dolorosos, recuerdos que me habría querido borrar, pero son parte de mí ahora, de lo que soy...
Extrañaba mi casa, mi familia, mi instituto, mis profesores, mis amigos,...y por unos minutos intenté imaginar cómo habría sido mi vida desconociendo mi porvenir. Pero pronto me estremecí al recordar que ya no controlaba mi futuro, era ahora esclavo suyo. Me estremecí también al pensar en los indicios de que mi infancia estaba amenazada como nunca antes lo había estado, me la estaban robando. Ya no temía por mi vida, sentía como si estuviera siempre esperando que la muerte viniera por mí, ese último sueño que, como todos, al día siguiente reviviría y, por suerte, sería el último que pondría punto y final a este desagradable juego. ¿Cuál era el motivo de embarcarme en este viaje? ¿Qué había hecho? ¿Cuándo llegaría mi final?  Y llegó el canturreo nocturno, pero ya no deseé que la noche me hablara, había perdido cualquier esperanza de futuro, lo mejor era desisitir y afrontar esta pesadilla. Me dormí entre interrogantes.

El sol se abría paso en la mañana por todas y cada una de las calles del pueblo, sentí sobre mi rostro una sutil caricia que me incitaba a levantarme. Era mi madre, ahí próxima a mi cama como cada mañana, recordándome que un nuevo día y una nueva jornada de instituto me esperaba. No me lo podía creer, ya no distinguía entre sueño y realidad, ¿de verdad estábamos vivos? Me pellizqué para comprobar la veracidad de ello y eliminar indicio alguno de que no era un sueño.
Mi madre me miraba extrañada recordándome con tono amenazador que llegaría tarde a clase. Hoy el instituto se viste de gala y no debía llegar a deshora, tenía que contarles a todos lo vivido aquella noche.

Porque una vez tuve un sueño, del que creí no poder despertar, y aún sigo teniendo la sensación de que lo que vivo forma parte alguna vez de estos, pero no voy a aferrarme a falsas sensaciones porque nuestra mente infinidad de veces va más allá de nosotros mismos... ¿quién no ha subido alguna vez al desván de los sueños?

L.

 
'Un largo camino' de Ishmael Beah me inspiró para la creación de este relato. 'Así es como se libran ahora las guerras: con niños traumatizados, drogados y empuñando AK-47. Los niños se han convertido en los mejores soldados'.Libro que me impactó por su dureza pero que recomiendo encarecidamente

PRESENTACIÓN DEL BLOG


domingo, 25 de noviembre de 2012

JUGANDO CON MUÑECAS


Hace apenas una hora que había anochecido, era la hora de cenar. Lloviznaba. El sonido inminente de la puerta anunció su llegada. Una vez que la puerta se hubo abierto su corazón empezó a latir con fuerza, y no era por amor. Nunca se explicó cómo todavía esto era posible, pues nunca había tenido el corazón tan roto. Él ya estaba allí.

Se sentó en la mesa frente a ella. Ella, cabizbaja, apenas se atrevía a articular palabra:

- Toda la tarde trabajando y llego a casa y me encuentro esta porquería de cena. ¿Acaso lo haces para fastidiarme?
La muñeca no contesta.
- Ahora me dirás que has estado muy ocupada y que no te ha dado tiempo  a preparar otra cosa, ¿verdad?- y diciendo esto levanta el plato de la mesa y lo tira por encima de su cabeza.
La muñeca no contesta.
- Tú no digas nada, mejor, calladita estás más guapa. No sirves para nada.
La muñeca no contesta.
- Bueno y ya que no te has dignado a hacer una cena en condiciones...¿qué narices has hecho en toda la tarde? ¿Por ahí con tus amigas, verdad? Reconócelo, no pasa nada. Sabes que me voy a acabar enterando...
La muñeca no contesta.
-...¿ no se te habrá ocurrido salir a la calle con ese escote, no? Ya lo que me faltaba, que vayas por ahí provocando a otros hombres mientras yo me estoy matando a trabajar.
La muñeca no contesta.

Rápidamente se levanta, y sin mediar palabra la coge del cuello y la golpea mientras la insulta.
La muñeca no hace nada.

De repente entra sorprendida la madre del pequeño Juanito a la habitación.

-Juanito, hijo, ¿qué son esos golpes? ¿a qué estás jugando?- pregunta ella.
-A mamás y a papás- contestó el pequeño.
- Con las muñecas no se juega, hijo. Vamos, devúelvele la muñeca a tu hermana, que es la hora de cenar y tu padre está a punto de llegar- ordenó la madre.

Hace apenas una hora que había anochecido, era la hora de cenar. Lloviznaba. El sonido inminente de la puerta anunció su llegada. Juanito sale de la habitación en brazos de su madre percatándose de su cara de pánico y el moratón en el brazo.



 
Aquel que roba tu sonrisa con palabras, no te ama
Aquel que priva tu libertad con golpes, no te quiere.
Aquel que te domina con insultos, no te respeta.
Aquel que te esclaviza con reproches, no te merece.
 
Mujer, ni los insultos, prohibiciones, reproches, engaños, amenazas, estorsiones, gritos o humillaciones enseñan. Recuerda que no sólo duelen los golpes, las peores marcas no están en la piel, y son incurables. Rompe el silencio, siempre estás a tiempo, no eres suya ni de nadie. TÚ eres tu única dueña.


 Hoy, y todos los días, estás a tiempo. DI BASTA

L.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

DE TI APRENDÍ

Soy de las que cree que toda persona entra en nuestra vida por algún motivo o capricho del destino, nadie llega simplemente por azar. Las hay que vienen para aprender, y otras para enseñarnos alguna lección. Pero no todas las que entran acaban quedándose, sí es cierto que algunas nos acompañarán toda la vida, pero tal vez otras estaban destinadas a permanecer sólo por una estación, o por el tiempo necesario hasta que podamos seguir el camino sin ellas una vez estemos forjados por dentro. Y también están las que, sin estarlo, siempre están presentes y dejan ese vacío que nadie otro podrá llenar. Pero sea por el motivo que sea, la vida SIEMPRE, SIEMPRE, debe proseguir en su rumbo, y no está permitido dejar de caminar, a veces no es fácil vivir de recuerdos, pero la vida debe continuar, y es imprescindible aceptar lo que son... RECUERDOS.


A veces somos nosotros mismos los únicos culpables de nuestras decepciones. Lo bueno, por desgracia, siempre acaba pronto; y es a partir de ese momento cuando, una palabra no dicha a tiempo, un sentimiento ignorado, dar más de lo que recibías, buscar lo que nunca aceptaste que jamás lograrías encontrar o intentar forzar algo inexistente, no va a provocar otra cosa que desilusión, decepción y frustración. Entonces te paras un momento y piensas, ¿y ahora qué?
Y es en ese preciso momento cuando sospechas que, tal vez, la solución se halla escondida en pensar que el destino no lo conformaremos con otra cosa que todos y cada uno de esos errores que  hemos cometido porque, ¿qué sería nuestra vida sin el sentido que estos aportan? Si nunca nos desviáramos de un rumbo prefijado quizá nunca conoceríamos todo lo que se puede aprender de las personas de nuestro alrededor; de las que entran y las que se van, de nuestros encuentros y desencuentros, del amor y el desengaño, del bienestar y la adversidad,...después de todo, todas esas personas acaban siendo parte de nosotros, de lo que somos, aun cuando nos separe de ellas un abismo insalvable; pero es un consuelo saber que todas aquellas a las que se quiere, por muy lejos que estén o se empeñen en estar, para nosotros residirán eternamente en un recoveco de nuestro corazón; pero si no te basta con esto y necesitas que permanezcan en tu vida, cuídalas para que no se vayan nunca, pues por muchas personas merece la pena DEJARSE LA PIEL...

L.

martes, 20 de noviembre de 2012

SIN BILLETE DE VUELTA


3.- PIE FORZADO

'No hay nadie que conozca tanto mundo como él', presumía continuamente Maribel cuando le preguntaban por el nuevo paradero de su marido. Y no le faltaba razón. En él parecían haberse reencarnado todos y cada uno de los viajeros de la historia, y a Marco no le importaba, es más, no sólo disfrutaba el viaje sino que a su vuelta era capaz de pasarse horas y horas hablando de los países que había visitado, de las razas que había conocido, de las personas con las que había tratado y, su tema preferido, de los cientos, miles y millones de comidas diferentes que había degustado. Desde la tradicional tortilla española que su Maribí 'preparaba como nadie' y que, por supuesto, no despreciaba, hasta los inimaginables insectos que su paladar había tenido la 'fortuna' de saborear en sus aventuras más exóticas. Aún después de tantos años, a Maribel le sigue sorprendiendo que Marco no haga ascos a nada y que ningún viaje le parezca arriesgado.
'Tienen mayor mérito sus andanzas porque su modesto sueldo de taquillero de cine no parece que sea suficiente para mantener ese estilo de vida', bufoneaban las amigas de Maribel en una de esas tardes de café en casa de la pareja. La duda surjía enseguida, pero él rápidamente la despejaba una y otra vez explicando cómo lo conseguía. Se hospedaba siempre con familias nativas, que rara vez le cobraban, aunque él insistiera en pagarles y ellos, obstinados, se negaran, lo más que podía gastarse era el ridículo precio de algún detalle con el que antes de partir siempre les obsequiaba. 'Ya, Marco, pero...¿y los desplazamientos? Sólo en avión se te tiene que ir un dinero', interpelaban las más escépticas. Y esta pregunta llevaba implacablemente a una conferencia erudita y documentada sobre los ahorros que suponía el huír de vuelos directos ya que, como él sostenía 'eso era cosa de comodones' y las ventajas de las aerolíneas de bajo coste.
Hawai fue su último destino, y partió un par de días atrás. En la tarde antes del convite que tuvo para despedirse por un mes de sus familiares y amigos repasó la lista de vacunas necesarias y, al terminar, pidió a su mujer que le acompañara a hacer unas compras de última hora: pastillas potabilizadoras, repelente de mosquitos, gasas, una cantimplora y un par de cosas más que quizá le iban a ser útiles.
Ha pasado ya una semana desde su partida y aún a Maribel se le humedecen los ojos al pensar que, un día más, la cama parece un poco más grande y más fría sin él, y que no la sorprendería en ella con el olor a café recién hecho y su habitual 'buenos días princesa'. Pero no era la primera vez que pasaba por esto, sabía que esa sensación de desamparo era habitual la primera semana, luego acababa acostumbrándose, y el día treinta llegaría pronto. Esa mañana se disponía a hacer unas compras por el barrio en el que se encontraba el cine donde trabajaba Marco, 'ojalá le viera ahí, como cada día', soñó por un momento ella; pero la sorpresa llegó cuando le pareció vislumbrar la silueta de su marido a través del cristal esmerilado, 'no podía ser' caviló. Pero sí, tan increíble como cierto, no cabía duda alguna de que ese era su marido, su Marco, su viajero. No quiso sorprenderlo, supuso que quizá tuvo que cancelar el viaje en el último momento, pero no le convencía tal suposición, llevaba ya una semana fuera de casa; y la idea de que tal vez tuvo que adelantar su vuelta menos aún, la habría avisado. Pero,  ¿por qué? ¿no era éste su 'primer viaje', verdad? Entonces le vino a la cabeza vertiginosamente la famosa cita de Eugène Ionesco, 'Toma un círculo, acarícialo, y se convertirá en un círculo vicioso', así le había pasado a Marco, pensó, era el único consuelo que encontraba para tal sorpresa. Esperó en la esquina a que llegara su hora del descanso, apenas quedaban unos minutos, y una vez hubo colgado el cartel de 'vuelvo en media hora', se acercó con suma discreción a la taquilla y descubrió el secreto de los viajes. De su vieja mochila, la que tenía polvo de Kenia y había lavado con el agua del Misisipi, sacó un atlas mohoso y una guía de viaje, de Hawai, por supuesto.
Maribel se marchó desorientada y sorprendida canturreando lo primero que se le vino a la cabeza 'Hawai, Bombay, es un paraíso, que a veces yo me monto en mi piso...'
Mantuvo su idea de llamarle el día treinta, como siempre hacía para saber si ya estaba en el país y podía ir a buscarle al aeropuerto, le diría que no se molestara en comprar billete de vuelta aunque, sinceramente, le apetecía que le contara el viaje...

L.